Solo basta un minuto para aprender a vivir. Solo un minuto para entender qué es la vida. De repente tienes todos los días por delante y de un plumazo no te queda ninguno. De repente se para el mundo y nada importa. Comer, beber, pensar, se convierte en algo secundario. Estás de pie y te daría lo mismo estar sentado que no estar que desaparecer. No eres consciente de nada, siquiera de tu sufrimiento. Lloras por instinto, sin fuerzas, sin sentido. Agua que se escurre entre tus dedos. Los contemplas atónito, alucinado casi porque evitarlo es completamente inútil.
Y te arrastran tus pensamientos al vacío del sinsentido. Te das cuenta de que estás vivo. Vivo, penosamente vivo. Y las manecillas del reloj que no avanzan, el tiempo no pasa por ti. Congelado en un instante, en ese, para siempre. Justo donde todo se detuvo, donde todo cambió. Donde comprendiste tantas cosas. Por ejemplo, que amabas con el alma. Que sufrirías por eso. Los recuerdos se agolpan en ese último instante hasta comprender que te balanceas en un punto de inflexión. Acción. Reacción. Supervivencia.
Después llegan las preguntas, por qué yo, por qué tú, por qué a mí. Estupor ante lo inevitable. Qué hacer ahora. La espera, la tensa espera, la insufrible espera. La incertidumbre, la creencia, el deseo. Lo importante, no perder la fe. Eso es lo que queda. Más preguntas. Dudas. Solo fe a la que aferrarse. Angustia que te encierra en una burbuja. Mierda de realidad. Quieres escapar, que todo sea una puta pesadilla, la peor que has protagonizado. Cierras los ojos, los abres. Te abrazas, te abrazan, te dejas abrazar. Pero el calor no traspasa. Estás rematadamente solo. Y ella también lo está. Aunque te consuele, aunque te diera la vida. Más lágrimas, más dolor, que te desgarra el alma. Que te ahoga, te asfixia. Vamos, quiero que esto se resuelva. Vamos joder Dios, donde estás, ahora que te necesito.
Pensabas que tenías todos los días por delante. Lo dijiste, que pretencioso. Creemos que nada va a cambiar, que vamos a elegir el camino. Pero todo es mentira. Es la vida. Ya lo has aprendido, lo acabas de aprender. No decidimos demasiado en este cruce de caminos. Por eso, di hola por la mañana, di adiós cuando te vayas. Besa, besa mucho y con pasión. Disfruta hasta del miedo. Arriésgate al fracaso. Siente hoy, ahora. Mañana quizá no puedas. Ríete con él. Con ella. Conmigo. Y ama con todo tu ser. Vive, vive, vive…
Breve BIOGRAFÍA de María Llebrez
Libre soy. Ésa soy. María Llebrez, periodista, la del apellido a medias. Escribo desde que sé escribir y vivo como voy aprendiendo, que no se nace sabida, ni sabia tampoco. Camino enamorada de la vida, aunque a veces la vida duele. A veces sin embargo, sana. Soy una buscadora de felicidad incansable. Creo profundamente en lo que creo. Eso me hace ser quien estoy siendo en este instante y quien quiero ser mañana. Libre soy, siénteme libre.