2. Habitación 620
1.
Tú olor quema las paredes de la habitación. Por la ventana sube el vapor de agua de alguna ducha. Miro una calle por la que no pasa nada importante. Una mujer que se baja de un taxi y se despide con un beso, un hombre que recoge las flores que se le ha caído de un ramo deshecho, una mujer que se pinta corriendo los labios, un anciano que observa los culos de todas las muchachitas que pasan…
En la habitación el olor sigue quemando en las paredes. El papel verde que la envuelve tiene ojos de lagarto. Siento una presión que entra por la puerta hasta mi pecho. Desde arriba, el monótono chocar del cabecero contra la pared se planta en mi cama y salpica con sal otras noches. Seguido, un gemido tímido me recuerda a todas las grandes mentiras del mundo, la existencia de Dios, de un paraíso, de un verdadero amor, de una victoria del comunismo, de alguna vida fuera de este puto hostal...
Tú olor quema las paredes de la habitación. Y sólo puedo mirar por la ventana hasta que la noche cierre o mis pies acaricien el asfalto.
2.
Sarah se ha parado debajo de la ventana donde Luis parece examinar la calle.
La lluvia resbala por la cara como por las paredes de ladrillo del hostal. A Sarah no le gusta su nombre, no le gusta su vestido, no le gusta la sonrisa obscena que forma la cañería torcida que parece rozar la ventana de Luis.
Ella también sueña con acariciar su cara. Pero no le gusta como mira a la calle.
Sarah hace tiempo que ha dejado de impresionarle. Siente la presión de un niño que aprieta su mano. Sarah ya no quiere saber nada de niños. No se inmuta, y sus ojos, como si hubieran encontrado la forma de trepar por el cobrizo, consigue posarse en su cuello.
Los dos creen estar juntos, y una mujer que sube para ver caer al hombre.
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Título2. Habitación 620