4. Habitación 021
1.
He vuelto. La calle vacía, siento el rumor de sus pasos a mi espalda. He vuelto, lo ha escuchado. Un temblor hace ecos en mi espalda, invalidando el cuerpo -mi cuerpo-, negándome la simpleza de dar la vuelta y caminar hacia otra esquina. Ya he sentido esto antes: en esa puerta tiritan los candiles; la noche cae con un peso iracundo, devorando a los niños y a las viejas; un vaso vacío va toreando las piedras en el agua de los charcos que nunca…
Ahora sí, y lo sabía. Una mano inmemorial me acaricia el pelo, la nuca. El aliento de ella penetra el suspiro final del cigarrillo. Nunca más, Nonino, nunca más. Ríe, pues no había otra cosa que hacer más que vaciarse en lo patético, en los dados trucados, en esta ciudad de grietas y gritos. Nunca la esperanza pudo ser un refugio. Nunca más, Nonino, nunca más.
2.
Colgaste el azufre en mi cuello, y no me di cuenta. Me lo metiste a la fuerza por la boca abogando un placer de huríes. Nunca más Francesca, nunca más. Ya crujen los peldaños abombados de madera, ella, sólo ella, se ha ido entre pulsos de vasos de JB y aceite. Y me jura no volver. No lo hizo. No le culpo. A veces, Francesca sigue pesando el olor por las esquinas, las manchas de sus manos en la mesilla, el sabor de su sexo húmedo... ¡Oh soledad! Me traes el umbral de su vientre, creo encontrarla en el centro mirándome con desprecio. Un ojo verde de cristal en la bañera, y yo ahogándome en ella.
Todo esto me abraza en silencio. En esta cama de hostal el frío es pasajero. Una mosca se pasea por la cornisa. ¿Será ardor que se pudre? ¿Serán recuerdos de recuerdos, así, puestos en fila o colgados en un tendedero, impávidos en una noche sin viento? ¡Oh, perdido!
Categoría
Etiquetas
-
Título4. Habitación 021