La noche del escritor
La noche, muerde el ocaso y devora el descanso de los que se despiertan al atardecer. Es parda, oscura, negra. Es silenciosa, sigilosa. Es una fiera cautelosa que te acorrala para mirarte a los ojos y decidir si eres digno de vivir entre líneas y ser desmembrado en frases y acentos.
Se contonea, se pavonea entre las curvas angulosas de la narrativa. Es impúdica, irreverente y a veces; inmoral. Desnuda a los que sueñan historias, les desviste delante de personajes de plata y secuestra sus almas con su capa de sueños.
Es efímera, fugaz, inconsistente; nunca se está quieta. Va y viene a su antojo porque tiene experiencia en acabar las frases del tiempo. Bajo su manto de susurros, los locos cuerdos se ocultan de las sombras de la cordura y los que tienen piel de papel, se quedan atrapados en el delirio interminable de la inspiración.
La noche, esconde secretos…
En la noche, se oculta el duende al que persiguen las musas, las diosas inventan estrellas y el numen, se baña de polvo de luna.
Seduce con palabras que son besos a insomnes eternos. Es una encantadora de símbolos. Es la hechicera cuya varita está hecha de poemas y versos, de rimas y pareados de métrica indivisible. Sus piernas de tinta caminan más allá de las nubes buscando a los que vuelan con alas de pergamino y su cuerpo de ébano, resplandece con el reflejo de los incunables.
La noche tiene su enigma, su intimidad. Es la maga que duerme sobre versículos arrugados y legajos perdidos. Pero su mayor misterio, es que cada día, sigue brillando después del amanecer.
Victoria Calvo
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TítuloLa noche del escritor