La cara oculta del amor por José María Ariño
La vida está hecha de vaivenes emocionales, está edificada sobre rocas quebradizas que, a veces, se transforman en arena o se evaporan como la espuma del oleaje. Por eso hay que sacar a la luz los sentimientos más profundos y compartirlos sin recato con los amantes de la buena literatura que sufren, al igual que la autora, las sorpresas que surgen casi por azar en las encrucijadas secretas de la vida. Esto y mucho más nos ofrece María Díaz Bello en A cara y cruz, un libro en el que conviven excelentes fragmentos en prosa poética y poemas sencillos, emotivos que llegan al corazón del lector.
Tal como afirma su hermana Camino en el preámbulo: “María es una diosa griega que se presenta ante el mundo con su poder en la mano… Su corazón está hecho de agua y sentimientos y de esas pequeñas cosas de la vida que pueden transformarnos”. Ya en sus primeras páginas, María confiesa abiertamente sus dos pasiones: la poesía y las personas. Una poesía que es “medicina para el alma” y que nos señala el camino de esa ruta llamada “vida”. Mientras que las personas son para la autora un tesoro de sabiduría, un ramillete de recursos emocionales y un incentivo para vivir intensamente el día a día.
Como no podía ser de otra manera, después del HALLAZGO, María emprende un VIAJE AL INTERIOR, de la mano de los cinco sentidos: El olfato nos brinda el aroma del amado; el gusto nos regala besos con sabor a regaliz; el oído nos aísla paradójicamente del mundo exterior; la vista nos acerca o aleja de la persona amada a la que vemos cada día, y el tacto nos revela y anticipa la frialdad de la muerte. Estos sentidos son los que nos ayudan a descubrir el mundo y la vida desde los primeros días de nuestra andadura por este inesperado laberinto. Por eso hay que lanzarse al vacío –SI SALE CARA… IMPULSARSE– y descubrir día a día esos momentos felices que nos brinda el amor de la familia o los breves reencuentros después de la huella agridulce de las ausencias. Después del amor de la familia, está el amor elegido de los amigos –“Porque hay vínculos que nacen sin pedir / permiso” – y el amor romántico como una fuerza incontrolable, hecha de lealtad, trabajo y esfuerzo.
Como colofón de esta parte dedicada a los buenos momentos, a esa cara agradable de la vida, María entrelaza los poemas con el deseo de superar la soledad –“Hoy debo sentirme más sola de lo / habitual” –, de alimentar la esperanza y de empuñar decididamente las armas del amor: “Me verás… entrando en tu vida a corazón abierto”.
Con el epígrafe RESISTIR SI SALE CRUZ, la autora reconoce que los momentos felices son fugaces y que hay que sobrellevar con serenidad las dificultades de la vida. Con sinceras reflexiones sobre la capacidad del ser humano para superar los baches emocionales con coraje y esperanza, expresa en poemas como EL DUELO AL RELOJ el deseo de detener el tiempo y afrontar con optimismo la fugacidad de la vida. Poemas como UN PUERTO CONOCIDO, PLAYA GIRÓN o SOY desvelan la magia de las emociones y el talante poético que dota a la vida de una nueva sensibilidad: “Soy / recolectora de palabras / cazadora de versos / una nómada en busca de sustento”. Todo ello sin dejar de lado el amor a la naturaleza a la que admira y personifica en el poema NATURALEZA, DAME TU FUERZA: “Naturaleza, / ven, / impregna mi mirada de luces y certezas”.
En el epílogo, Irene Díaz Bello recapitula los sentimientos que expresa María a lo largo de este apasionante viaje en el que el Amor se convierte en un hilo conductor y en una fuerza incontrolable. El lector quedará atrapado en este fecundo bosque de relatos, reflexiones y poemas que le llevarán de la mano a ese ámbito interior donde se aquilatan los sueños.
José María Ariño Colás
Doctor en Filología Hispánica
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