El Tiempo, la vejez, el sentido de lo hermoso por Victoria Calvo
El tiempo… ese pintor travieso que traza surcos imaginarios. El tiempo… ese niño incansable que juega con nuestra mortalidad. Un día pinta una línea. Al otro día; dos y al cabo de un año; millones de trazos amontonados en un mapa arrugado. Son las líneas de la vivencia. Lo ya vivido nace junto a la mirada y lo terminado, reposa bajo la barbilla.
Este artista nos recuerda a través de su lienzo que todo se puede desdibujar convirtiéndose en finito. Lo que no sabe ese pintor arrogante, es que la experiencia es otra forma de arte, un cuadro entre otros cuadros posando en la galería de la existencia.
Imité sus pasos y me hice artista. No la que dibuja las curvas de la decadencia, sino la pintora humilde que siente los espacios entre líneas y los expresa en forma de palabras. Soy la que se llena con la pasión quieta, la que disfruta con las charlas de antiguas batallas; la que no se despide de un anciano con palabras breves, sino con un, «nos veremos pronto».
Dicen que la hermosura es una visión que se divide en fracciones infinitas tras los ojos de quien la contempla. Pero la belleza real subyace en todo aquello que se ha conocido, en la rudeza de lo aprendido, en el anhelo de lo que se ha perseguido tras haberlo encontrado. Lo experimentado se convierte en un sentido sensible e intrínseco de que lo sabido, nos acerca a lo más hermoso.
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TítuloEl Tiempo, la vejez, el sentido de lo hermoso por Victoria Calvo