El retorno al amor por VIctoria Calvo
Podemos hablar de un concepto, de una sensación, de un pálpito o un sentimiento. Podemos hablar de una huella que deja lo que nos ha llenado e incluso, podemos dejarnos llevar por una corriente que nos hace fluir sobre la tierra como el agua de un arroyo entre los guijarros.
«Hay algo que todo lo mueve…». Lo pensamos, lo sentimos, lo intuimos y nos ha devanado los sesos durante siglos. A lo largo de la historia le hemos dado formas diversas. A veces, parecía un anciano. Otras, una mujer de rostro angelical y en bosques profundos, un animal cuyo brillo resplandecía en medio de la noche de los tiempos. Hemos luchado en su nombre, perdido y ganado batallas esperando, tras la lucha, la eterna recompensa de estar a su lado. Pasados los siglos, cuando hemos comprendido que nuestras ideas nos alejaban de él y nos hundían en el agotamiento cíclico de nuestros actos, nos preguntábamos si aquello por lo que arrebatábamos la vida tenía límites finitos.
Algunas creencias sostienen que los seres vivos, como células que han experimentado la individualidad, vuelven a la fuente original al morir. Regresan a la inmensidad y se mueven dentro de otro gran cuerpo de dimensiones infinitas. Si integramos que el eterno retorno es un estado constante de equilibrio con ese espacio ilimitado que es el Amor, seremos conscientes que nuestras vivencias nos llevan al Amor, que la frontera entre mundos no existe y que un día, la tecnología descubrirá las venas este ser universal y podremos alcanzar el brillo de una estrella. Si descubrimos el potencial del eterno retorno, las posibilidades de la humanidad se proyectarán más allá de los límites del cerebro y jamás diseccionaremos el universo con nuestros sentidos. Nos llenaremos de sabiduría y proclamaremos a los cuatro vientos que el Amor es más que una fuerza, que el Amor es más que una energía, que el Amor es un organismo vivo cuya sangre lo mantiene todo unido.
El aire no se despega de las nubes porque el agua no se despega de la tierra y los árboles caminan bajo el suelo con pasos de gigante miles de kilómetros en forma de humus y hongos para sostener la vida. Los planetas del sistema solar hacen su ritual elíptico acariciando el sol y las galaxias palpitan como órganos interconectados dentro del Amor. Creemos que vivimos separados los unos de los otros y nos relacionamos con aquellos que conocemos sin pensar que hay que dar un «buenos días» al mundo cada mañana.
Si respiramos el Amor como el oxígeno que nos da la vida, inhalaremos su aliento para entregarnos y recibirnos en todo lo que nos rodea. Al llenarnos de entendimiento exhalaremos plenitud, éxtasis, felicidad inagotable. Comprenderemos que nunca estuvimos separados del Amor porque desde siempre, hemos existido dentro de él.
«El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El Amor revela y desvela. Por Amor se vive y se muere…».
Extracto de la carta de Albert Einstein a su hija.
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