La elegancia del virtuosismo o el atractivo del conocimiento. Alberto de Paz, el Monólogo Musical de nuestra vida.
Disfrutar durante una hora y media de aquello que te cuenta alguien no es fácil. Sólo los grandes de la escena teatral lo consiguen, y no de forma continuada.
Alberto de Paz lo sabe, seguro. Sabe que mantener en tensión a un público no es fácil; que tenerlos pendientes de sus palabras, de sus manos – a la sazón lo que estamos disfrutando es de un innovador concierto a dos pianos- no será tarea fácil si no le echamos carnaza (“Cosa que se emplea como atracción” según el DRAE) y les puedo asegurar que Alberto lo consigue en su espectáculo.
La Banda Sonora de tu vida es un show lleno de imágenes, música y como dice el intérprete mucha improvisación. Y así lo es.
Dos pianos, o mejor dicho un piano y un teclado, se encuentran sobre el escenario cuando el artista entra. Estos dos compañeros de viaje le sirven de continuo nexo de unión con un público al que desde un principio sabe atraerse.
Comienza un monologo, en el sentido artístico de la palabra, porque la relación bidireccional es continuada con los asistentes. Alberto nos va llevando a través de decenas, centenas, de diversas bandas sonoras por los vericuetos de la vida de cada uno.
Seguro que los asistentes al oír como los pianos derraman los leitmotivs musicales más clásicos les habrá, como me ha hecho a mí, retrotraerse a momentos, en su mayoría alegres, de cómo vivían sus vidas cuando escuchaba aquellas músicas.
El espectáculo es vibrante y atrayente. El mediático pianista, son varias las veces que ha estado en televisión, ha demostrado el virtuosismo y el conocimiento que atesora.
Bandas sonoras de series y programas de televisión, de ayer y hoy; músicas originales de las películas más renombradas no dejan de sonar durante minutos y minutos.
El espectador, el asistente al espectáculo, se siente invadido de pensamientos y recuerdos que acompañan a la música que entra por los poros de su piel.
La simplicidad del acompañamiento de la proyección de imágenes , sin lugar a duda, ofrece un mayor realce a la música que se interpreta. Nos permite, si lo deseamos, cerrar nuestros ojos y poder irnos a nuestra selección.
Pero también es improvisación, el intérprete, el virtuoso, se dejará guiar por las peticiones de un público que ya se había entregado desde un principio, que con las solicitudes de canciones o BSO también se sienten protagonistas.
El concertista y su técnico de medios, perfectamente conjuntados, sacan adelante con un notable esta última parte del espectáculo.
Un espectáculo triunfador, un concierto muy recomendable, y que tenemos que felicitar a los ayuntamientos que tienen a bien contratarlo. Su actor principal, es verdad, que actúa igual para un Teatro Real como para una pequeña Casa de la Cultura.
Renglón aparte para los bises, aquí ha desaparecido el intérprete para dar paso al compositor, y ¡que compositor! El autor nos ha deleitado con dos pequeñas piezas, que nos han sabido a muy poco, de su producción como creador: su creación de Novecento, la leyenda del pianista del océano, y sus creaciones flamencas invadidas de tientos, nostalgias, dehesas con caballos y toros, ha sido un junto a Cinema Paradiso, su BSO, el colofón idóneo para un monologo concierto que De Paz nos ha ofrecido.
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