María José Ruiz. La Elegancia en el Arte
Siempre me ha sorprendido la relación que existe, en éste tan extraño mundo del arte, entre autor y obra.
A lo largo de los años he podido constatar que el autor es su obra y la obra es su autor. Su estilo, vivencias y personalidad quedan claramente reflejados, incluso su lento o rápido devenir ante la vida queda plasmado casi inexplicablemente en cada trabajo que desarrolla, siendo de fácil asimilación el llegar a conocer su “yo” interno, su sentimiento y emoción del momento e incluso postura y quehacer social.
Hace ya muchos años conocí por casualidad a María José, la que, sin lugar a dudas, es la Diva del arte cordobés. Diva no sólo en cuanto al gran espectáculo que supone cada una de sus obras sino a su vez por su especial forma de actuar, relacionarse y saber estar.
En mi queridísima amiga todo ello confluye en una única palabra, “Elegancia”.
Siendo innato este proceso, ha sabido transmitir a su obra ese sustantivo tan poco frecuente en estos tiempos, tan en desuso pero a la vez tan valorado.
Con el paso de los años he aprendido a conocer la importancia del compendio autora-obra, a entender su maniática obsesión por ajustar lo casi inajustable en pro del más delicado de los resultados.
Con el paso de los años he aprendido a entenderla y lo que es mucho más importante “admirarla”, ya que pocos son los que alcanzan con su trabajo la barrera de la exquisitez artística, del llevar la composición pictórica a su trasfondo de mayor valía, que no es otro que el de sobrepasar lo meramente pictórico para hacer llegar al contemplador el “alma” de lo representado, el éxtasis que supone entender lo más profundo del ser.
Y si hablamos de lo meramente artístico entenderemos el porqué del milimetrar figuras en sus retratos, el más absoluto gusto por el detalle, la obsesión por lo metafórico y lo mágico, por exigir a su obra una atemporalidad que compaginada o acompasada por lo contemporáneo de carácter y fuerza a toda su obra, la cual, regida por un habitual proceso de transformación e investigación se torna en los últimos tiempos en una realidad o hiperrealidad tal vez más acertada que la verdadera, en la que lo mundano se convierte en divino, en la que el sueño por lo eterno es claramente constatable, en la que todo lo lógico es probablemente apartado confluyendo en la exaltación de lo plasmado como único y mejor referente de sí mismo.
Saber capturar instantes acaecidos de manera tan sobresaliente no es fruto que alcance cualquiera, es un espacio reservado a un grupo muy reducido que tiene por bandera el estar dotado de lo singular y exquisito, de lo que de mágico tiene el provocar sentimientos y emociones, más bien tener la capacidad de transferirlos de lo representado al ávido espectador ansioso por escudriñar cada milímetro de la pieza, por entenderla en todo su contexto.
¿Sabes?, soy muy del gusto de permanecer atento cuando sentados en un bar me explicas tu último proyecto o trabajo, cuando referencias las dificultades que entraña el proceso que en breve comenzarás a emprender, porque si algo tengo claro es que el arte no es sólo lo que ves sino que “El arte es lo que dejas salir” y tu devenir pictórico no se centra exclusivamente en representar, simbolizar, reproducir o escenificar sino que provocas un “todo” expresivo en el que lo compuesto, el modelo y la creadora conjugan lo elegantemente refinado que es dignificar la palabra “Artista”.
por Francisco Arroyo Ceballos
Fotografía María José Ruiz, F. SalasCategoría
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