Rafael Cervantes. La humildad hecha pintor
Decía Georgia O’Keeffe:
“Descubrí que podía decir las cosas con color y formas, cosas que no podía decir de otra manera porque no encontraba las palabras”
Hay veces en las que las personas tenemos la absoluta necesidad de encontrar otras vías de expresión por cuanto las tradicionales no nos dirigen al fin deseado, al trasladar de manera fehaciente sentimientos ocultos en nuestro interior, impulsos borrachos de emoción que sacuden nuestro “yo” interno pulverizando la idea de que todo está dicho o escrito con palabras.
Como artista me obsesiona transmitir, trasladar lo interno de toda obra, inyectar y transferir al espectador el trasfondo de cada pieza como básica vía de un completo éxtasis estético, de un compartir con él ese instante de creación.
Pienso que es común la idea de que el gran artista no es sólo el que posee una línea que le define sino el que a ello suma esa capacidad de “transmitir”.
Conozco a Rafa desde tiempos en los que, cual novato que pretende aprender, me iniciaba en el terreno de la crítica de arte siendo jurado de mis primeros certámenes como tal.
Desde un primer instante mi sentimiento fue asimilarlo como una persona afable, sumamente educada, al punto apocada. Ya sé que es una definición sustancialmente reducida pero a la vez pienso que estrictamente exacta en aquel momento.
Con orgullo he de indicar que lo he visto crecer como artista en todos estos años en los que como persona ha continuando siendo el mismo que cuando comenzamos nuestra amistad, para mí, la humildad hecha pintor, lo gentil y complicado que supone dedicarse a su obra y vida y no a la de los demás, lo loable que es verle desaparecer de cualquier tipo de conflicto que desvirtúe su sentir y por tanto su obra, el sentimiento que inserta en ellas por cuando la pureza no viene dada por el pincel sino por el respeto a los demás, por una postura ante la vida que sin falsos halagos es simplemente digna de admirar, incluso de copiar.
De gesto generoso por naturaleza transmite a su obra ese saber conductual que le antecede, aunque he de reconocer que todavía hay un hecho que lo singulariza aún más si cabe como artista y persona que no es otro que el de llevar la familia por estandarte y bandera, por “portada” y primer referente de inspiración, absoluto y primordial sentido de día a día.
Tengo claro que su fuerza no sólo radica en su envidiable y algo cano cabello que cual Sansón caracteriza su figura. Tengo claro que su devenir lo rige su familia por cuanto la adoración por cada uno de sus miembros es bien notable y lo ha hecho ser quien es, no sólo crecer más aún como persona sino como artista ya que como cualquiera puede comprobar son referente en su trabajo, un pintor sin el que el estudio de este aspecto para conocimiento de su obra no sería posible, un pintor marcado por el retrato de su madre a lo largo de años de idolatría de un hijo ante el mayor de los sentires que puede existir.
De fiel línea ha mantenido en todos estos años su preferencia por el retrato, aquel que tan de vida dota, del que tan experto se ha hecho llegando a priorizar la figura central sin importar lo que a su alrededor acontece, gesto que le hace difuminar el fondo con la clara intención de dar más información sobre el personaje retratado, sobre su vida y quehacer descrito por pinceladas de aquel que sabe su oficio dignificándolo diariamente por el mero hecho de existir.
Anteayer me entregó el mío, anteayer me entregaste el mío, y en ese instante pensé lo afortunado que era, la suerte que tengo de verme reflejado en tu lienzo y por tus pinceles, y no porque siempre haya tenido claro que llegarías a lo más alto en lo artístico sino porque como amigo he tenido y tengo el privilegio de aprender de ti como persona,.. de esa humilde persona que sabe pintar.
Francisco Arroyo Ceballos
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TítuloRafael Cervantes. La humildad hecha pintor