Hampartes. La Fiesta de los Maniquíes
Me declaro hacedor de Hamparte que no vividor de Hamparte.
Algo siempre me hace derivar mis obligatorios quehaceres cuando la inspiración llega y no es momento de reflejar con lo escrito sentimientos y emociones del momento.
Algo siempre me hace meditar sobre lo curioso que supone el ADN del artista, lo que le caracteriza y diferencia de un resto social abocado a virtudes infinitas pero diferentes.
Estamos en tiempos de digitalización, en tiempos en los que todo el mundo es artista o pretende serlo, tiempos de maquillar lo indefendible mostrando a diario lo que no se puede demostrar, tiempos de vender humo a cambio de oro disimulando tal hecho con la cara de poker que supone la traviesa utilización de lo “conceptual” y los varios hampartes que llevan polarizando desde hace años el arte del absurdo siempre y cuando no vengan sustentados por un conjunto de obra que defienda la idea del complemento artístico, el sumar a un resto lógico de obra apartando como tal el hamparte como único sustento de un proceso artístico.
“Malos tiempos para la lírica” se nos presentan si como tal cualquiera puede poner una piedra en mitad de una habitación, decir lo que simboliza y proclamarse artista.
Una total y absoluta “Fiesta de los Maniquíes” que alcanza a nivel del precio de gasolina o luz el grado de absurdo, entendiendo por ello que toda persona posee en si el título de artista ya que queda claro que hasta un niño puede realizar sin problema esa representación en concepto y forma dándole un lenguaje de lo incongruente que teóricamente lo fundamente al igual que el más renombrado de los artistas.
Queda claro e insisto en la idea de que adoro “hampartizar” el arte, adoro poder tener la capacidad de transmitir con él múltiples sensaciones que a mi llegan con la necesidad de ser representadas de alguna forma no convencional.
Paseando por una feria o museo procedemos en profundidad a analizar unas bolsas de basura tiradas en el suelo o una escalera apoyada en la pared simbolizando la subida del ser que recorre la vida hasta buscar el infinito y, .. pues eso, nos quedamos con cara de “Qué ha pasado aquí”, el personal de limpieza se dejó las bolsas tiradas por el camino?, el de mantenimiento la escalera?.
Cuán importante es completar el proceso artístico de un autor para reafirmarnos en la idea de que ciertamente se trata de un artista y no de un maniquí del arte. Muy importante es por cuanto el creador crea, y el crear supone entablar una conversación con la materia y transformarla dándole nueva vida, un sentido expresivo que comporte transmisión de sentimientos y emociones entre autor y contemplador.
Para mí, y tal vez esté equivocado ante las ingentes masas de gente que van a museos y galerías a contemplar este tipo de obra (ironía), es absolutamente necesario un desarrollo o proceso, un devenir amparado por una seria y real investigación del entorno y de sí mismo. El autor no puede limitarse a metaforizar cada objeto que se encuentra porque eso lo hace cualquiera, cualquiera.
Adoro hacer Hamparte y lo siento pero no considero “artista” al que sólo y exclusivamente se vale de ello por cuanto respeto profundamente mi labor, amo lo que hago y me duele que se arrastre de tal forma el término “Arte”, porque arte no es sólo representar y transmitir, es educabilidad, cultura social y contagiar valores, es apartar el actual pensamiento del “todo vale” para procurar un mayor y más rápido beneficio.
Desde el principio de los tiempos lo artístico ha definido y en cierta forma conducido cada sociedad o cultura.
La pregunta estaría bien clara: ¿queremos que el hamparte no sólo quede como complemento sino que se erija en dueño y señor de lo que guíe y simbolice nuestra sociedad?
Por Francisco Arroyo Ceballos.
Categoría
Etiquetas
-
TítuloHampartes. La Fiesta de los Maniquíes