Libro Recomendado para el Verano: Siluetas de Julián Sancha

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Siluetas podría ser un conjunto orgánico de historias, un cuadro pintado del revés donde el amor y la muerte, la sangre, los delirios y la imaginación componen alguna clase de épica. A veces, elementos cotidianos se transforman en algo mágico y la existencia, siempre sorprendente, nos aviva con la idea de un nuevo aroma, con algo fantástico que surge como una sombra lentamente por detrás de la puerta.

Atisbamos las formas de la realidad pero nunca, de manera absoluta, llegamos a alcanzarla: esta se nos escapa en el sencillo instante en que la mencionamos o intentamos definirla, en cuanto nos atrevemos a ponerle cotas.

Las siluetas son la máxima expresión de nuestras incertidumbres. Así, este libro es un homenaje a los vivos y también a los muertos, a lo que sucede entre ambas dimensiones. Asimismo, para el que escribe estas letras es inseparable el ejercicio de escribir con el hecho mismo de crear algo que se eleva por encima de la hoja en blanco, algo que toma su propia vida y, más allá de las siluetas, se adentra en los cuerpos de personas y mundos todavía desconocidos para la mayoría de nosotros.

Estas pequeñas ficciones concentran y condensan una serie de terrores e imaginaciones que versan sobre la vida y la muerte, sin dejar nunca claro el fin de la línea, la interpretación última del lector que aguarda.


EL AUTOR



Julián Sancha (Cádiz, 1988) es licenciado en Filología Hispánica, profesor de español y actualmente investigador en la Universidad de Cádiz, donde realiza su tesis doctoral en lengua española.

Asimismo, colabora esporádicamente con diferentes instituciones como corrector y asesor lingüístico. Ha vivido en varios países, habla seis idiomas, es un apasionado de la literatura, la filosofía, el cine… y, por encima de todo, adora las hojas en blanco.

De este horror vacui nace el instinto creador que retroalimenta profesión y obra en aras de una misma pasión que no puede dejar de cultivar: la escritura.

Ha dirigido la revista de literatura pulp Los zombis no saben leer (2009-2013). Además, es autor de relatos que han sido publicados en diversas antologías y premios, destacando «Me llamo Marcos y soy de Cádiz» (Dolmen, 2011).

En poesía, ha aparecido en diversos poemarios y revistas, destacando «Lisboa» (Revista Maremágnum, Oviedo, 2018) y «Golpes» (Revista Cuadernos de Humo, New York, 2018). Siluetas es su primer libro de cuentos publicado. 

La obra del autor transita los espacios de un realismo fantástico, la literatura maravillosa, la metaliteratura, la prosa poética, la poesía y el ensayo filosófico.


PRIMERAS PÁGINAS


La escritura. 

Uno escribe desde la intuición de algo insondable, como el amante que se desnuda en un poema sin destino. Hay figuras que se sueñan y otras que se nos presentan delante de los ojos, pero nada de esto nos dice que estemos en lo cierto. Todo lo que vivimos o incluso lo que leemos tiene un eco más allá de lo expresable. El lenguaje, además, no ayuda, ni siquiera nos acerca a la verdad, tarea última de la poesía o la belleza.

Siluetas podría ser un conjunto orgánico de historias, un cuadro pintado del revés donde el amor y la muerte, la sangre, los delirios y la imaginación componen alguna clase de épica. A veces, elementos cotidianos se transforman en algo mágico y la existencia, siempre sorprendente, nos aviva con la idea de un nuevo aroma, con algo fantástico que surge como una sombra lentamente por detrás de la puerta. Atisbamos las formas de la realidad pero nunca, de manera absoluta, llegamos a alcanzarla: esta se nos escapa en el sencillo instante en que la mencionamos o intentamos definirla, en cuanto nos atrevemos a ponerle cotas. Las siluetas son la máxima expresión de nuestras incertidumbres. Lo que es real y lo que deja de serlo no es solo una reflexión filosófica, sino el origen o la génesis de toda escritura. Asimismo, para el que escribe estas letras es inseparable el ejercicio de escribir con el hecho mismo de crear algo que se eleva por encima de la hoja en blanco, algo que toma su propia vida y, más allá de las siluetas, se adentra en los cuerpos de personas y mundos todavía desconocidos para la mayoría de nosotros. Estas pequeñas ficciones concentran y condensan una serie de terrores e imaginaciones que versan sobre la vida y la muerte, sin dejar nunca claro el fin de la línea, la interpretación última del lector que aguarda.

La vida es un error.  

Querida Carmen: La vida duele porque la vida es un error, un error amargo y maravilloso como arrancado de los cielos por un dios inocente. Desde el primer átomo del mundo hasta el último, desde las bacterias hasta nosotros mismos, los seres humanos, pasando por los elefantes, las jirafas, los virus, los objetos, los vivos y los muertos, todo lo que pertenece a este condenado universo proviene de un mismo intento, de unas mutaciones, de una evolución torpe, constante y perezosa, del abrazo de Gaia y de la ola imparable que es al fin y al cabo la existencia. De ahí partimos también tú y yo, incluso nuestros deslices, los errores inconfesables, las lágrimas que nos avergonzaría que cualquiera viera, también los golpes que como metáforas parásitas se pegan a nuestro pecho y nos arracan un pedazo de algo que pensamos ya no volveremos a conocer nunca.

Nos humillan y nos humillamos, salimos a flote y volvemos a ver alguna oscura nube que rompe nuestra esperanza, ¿pero sabes qué? El secreto de la vida está más allá de todo eso. Porque todo es un aprendizaje, hasta el hecho de ver morir a los que amamos y entender que algún día todos pasaremos por ese trance. Así como está más allá de la enfermedad de un abuelo al que amamos, de un joven deprimido por la situación laboral o de unos padres nostálgicos que tienen que ver cómo su hijo se exilia. La fuerza del universo es algo que se levanta por encima de cualquier desgracia, que solo en algunos momentos concretos somos capaces de entender: algo que no conoce ni el bien ni el mal, ni la oscuridad ni la luz, ni la bondad o la maldad, sino que todo lo agrupa, que todo lo condensa y lo explica. Nos dejan plantados en medio de una acera aquellos en los que a veces más habíamos creído, pensando erróneamente el poco valor que entonces habríamos tenido. Nos abandonan y nos abandonamos, pero también aprendemos un día a valorar todo lo que ya hemos hecho y hemos sido, todo lo que nos pertenece, lo que nunca, de ninguna diabla manera, nos podrán robar: el aprendizaje de todas las caídas, los golpes, los llantos, las ilusiones, las esperanzas, las promesas con perfume y absolutamente todo lo que nuestros afortunados ojos han visto.

Hay sin embargo una idea que siempre triunfa, a pesar de todo, a pesar de la caída irrefrenable de las cosas y la flecha del tiempo, de los fracasos, de las situaciones ajenas a nuestros impulsos que no podemos ni siquiera gobernar. Y esa, hermanita, es la idea del amor, el amor que está en todo, no solo en una persona o en un recuerdo. El amor que mueve los cielos, las montañas y el mundo, el amor que hace que todo tenga un mismo sentido, que no exista lo observado porque ya no hay observador, el amor que hace entender incluso las más terribles miserias y que da finalmente el único sentido que posee la vida, el que nos pertenece, el que nos incluye y nos abraza al tiempo que nos devora. Sé que a veces no estamos dispuestos a verlo, que ciertos desengaños nos ciegan y que el cerebro, pesimista por naturaleza, nos intenta tirar hacia esa arena movediza que es la desesperanza. Pero es falso: siempre, siempre, el amor triunfa, en muy diferentes formas, porque es la única forma por la que todavía estamos vivos.

Me hubiera gustado contarte todo esto antes pero no habíamos tenido tiempo, o quizá todavía la experiencia no nos había colocado en el momento y el lugar adecuados para que pudieras recibir esta carta de tu hermano mayor, que siempre, a pesar de las muchas y muy ajenas circunstancias, estuvo y estará contigo, que te ama. Te escribo esto un día antes de comenzar un nuevo año. Me parece que es la ocasión más adecuada para celebrar todo lo que hasta ahora hemos conseguido. Recuérdalo siempre: en el precipicio de todo lo que aún no vimos, permanecen escondidas maravillas innumerables.