El Final de Luis F. Lopez Noriega

Imagen
Subtitulo
Nombre Propio
Compartir
Link
Información2
Información
Html

Hubiese anhelado escribir otro final para el personaje femenino sobre el que tenía el encargo de reconstruir sus días. No este: tubos y sondas para las excreciones; el respirador artificial con ese sonido mecánico; el tercer paro cardio respiratorio; el llanto de familiares y amigos cercanos; el funeral.

bsndoctor

Pensó en que tal vez fuera mejor creer que aquella mujer no era una maestra normalista abnegada que dedicó treinta y tantos años a la labor de soportar los gritos y los berrinches de niños belicosos y desobedientes. Mejor la imaginó como una matrona que dominaba el mercado negro de las especias en todo aquel corredor de las islas, cayos, e islotes de la bahía de Bai Tu Long.

Sentada en su poltrona daba órdenes con voz atronadora y mandaba a matar a todo aquel que se opusiera a sus designios. Sí, así reconstruida esta vida, resultaba más atractivo su final: en una lucha intestina con una facción de su ejército de secuaces, una de sus súbditas se subleva, y en una emboscada detienen la calesa donde venía la matrona. La hacen salir con las manos en alto, y en un espacio descampado, junto a un riachuelo, la súbdita ahora rebelde la atraviesa varias veces con su sable de oro.

En definitiva aquel era un final mejor que el que tenía que escribir ahora: un acto más bien automático que no representaba mayor dificultad para un escritor de provincia que había ganado unos cuantos premios de menor cuantía. Pero nunca un gran premio del orbe nacional o internacional.

Era un encargo que venía de parte del rector del colegio Sagrado Corazón de Jesús para que “no se olvide la imagen de la maestra más dedicada en toda la historia de esta institución”. Un contrato al cual no pudo decir que no; por cuanto ese dinero, aunque en verdad una suma de risa, serviría para darle arreglo definitivo al sistema de frenos del viejo automóvil, y así callar de una buena vez los comentarios a veces despiadados de su esposa cada mañana que la llevaba rumbo al trabajo.

Una de esas veces iba tan distraído pensando que aquella maestra abnegada era en realidad una cantante lírica de prestigio innegable alrededor del mundo, a quien en pleno concierto, justo en el momento en que debía llegar a una altura musical de interpretación que sellara en definitiva su fama, le sobreviene un dolor intenso en las costillas que no la deja respirar, y por último, su corazón se detiene haciendo que todo su cuerpo se desplome en mitad del escenario, pero el público atribulado ovaciona su tesitura dramática y mortal. Tan distraído iba aquella vez que si su esposa no le avisa con un grito, y él no realiza un par de maniobras al volante, habrían chocado contra un par de motocicletas que los adelantaban.

Aquella noche no pudo dormir pensando en que ese personaje merecía otro final que no fuese aquel para el cual ya todo estaba dicho. Sin embargo, tuvo que sentarse a escribir lo obligado sin más dilaciones ni excusas. Sólo entonces recibiría el pago último para llevar el auto al taller, de regreso por la variante recién construida.

En la mañana llevó a su esposa sin problemas. Pero cuando retornaba se le dio por mirar a su izquierda, al campo abierto, a los cultivos de arroz que con las menudas lluvias de principio de año amarilleaban sus espigas, y ahí empezó a soltar su imaginación: ¿qué pasaría si aquella maestra en realidad no era maestra, sino una gran dama de hacienda que todos los días visitaba sus cultivos montada a horcajadas en un imponente caballo negro azabache? Su final tendría que ser, por obligadas razones, muy distinto: en uno de esos paseos, y cansada de ser quien era, decide espolear su caballo y escapar por el camino real…

Cuando volteó su rostro hacia el frente fue demasiado tarde. Trató en vano de frenar, pero el velocímetro del automóvil marcaba los ciento veinte kilómetros por hora, en la misma curva donde aquella vez casi choca contra esas motocicletas. Ahora iba adelante un camión de gaseosas que frenó de improviso. El golpe final fue seco y rotundo. El líquido negro de las botellas rotas se mezcló con su sangre…

Luis F. Lopez Noriega


Bio


Nació en Montería-Córdoba-Colombia. 9 de Marzo de 1975.

Es profesional en Lingüística y Literatura. Universidad de Cartagena.

Realizó estudios de análisis del discurso en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. 2000.

Magíster en Literatura Hispanoamericana. Instituto Caro y Cuervo. Bogotá 2005.

Inició en la escritura de ficción publicando cuentos en diarios de circulación nacional.

En 2004 publica su primera novela Dioses y Muertos.

Posteriormente publica dos novelas más en 2018: Los Alunados y La Ferocidad de las Sombras.

Ganó en 2014 el premio Nacional de Narrativa de Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica.

Candidato a Doctor en Letras Universidad Nacional de Córdoba-Argentina.

Profesor de literatura Latinoamericana en la Universidad de Córdoba-Colombia.