Conversaciones con C-19. Un texto de Victoria Calvo
Existe una balanza natural que estabiliza la vida, un peso que mantiene la armonía existente en su adecuada proporcionalidad. Pero cuando cada contrapeso se desajusta, aparece un nuevo elemento que se encarga de restablecer el equilibrio. A ese elemento le hemos dado forma, nombre y aspecto. Lo llamamos enfermedad, patógeno, germen… Un VIRUS activo que avanza implacable y que descongestiona nuestro mundo para que deje de respirar los vapores nocivos del desequilibrio.
Cada uno de nosotros, en nuestra atmósfera individualista, clamamos que nada nos aleje del ritmo acelerado, que nadie nos aparte del hambre de ser un individuo integrado en ese enjambre ansioso que denominamos sociedad. Demandamos permanecer en una agitación incubada durante horas y años, exigimos permanecer en un estrépito alejado de ciertos valores que consideramos inherentes al ser humano y cuando nuestro universo saludable se desmonta, un terremoto nos sacude por dentro.
Ese temblor, ese elemento, ese patógeno que se ha enganchado a nuestras vidas; nos alecciona. El VIRUS elabora un discurso y lo expande a través de los picos de su CORONA reprendiéndonos con el síntoma de sus palabras.
Comienza con una pregunta:
¿No os dais cuenta?
«Guardáis las distancias de los que os necesitan en momentos difíciles. Os habéis alejado de vuestras familias, de vuestros amigos, de vuestros conocidos, de los que cumplen experiencias en vez de años...
»De los abrazos espontáneos, de sentir a los que abrazáis.
»De compartir.
»De ofrecer en vez de exigir.
»¡Os olvidáis de lo importante porque, cuando yo llame a vuestra puerta, esa será vuestra única maleta!».
Contesto al VIRUS con rebeldía.
«¡Estás mintiendo! ¡No te tenemos miedo! ¡TE VENCEREMOS!».
Pero el VIRUS, responde.
«Cuando entendáis que el DOLOR de los que sufren es vuestro dolor; me iré.
»Cuando sintáis el LLANTO de los que están lejos como una lluvia que os moja por dentro; me iré.
»Cuando comprendáis que vuestro CORAZÓN es el reflejo de otro corazón; me iré.
»Cuando améis a un ÁRBOL, a un ANIMAL, o a un OCÉANO como a uno de los vuestros; me iré.
»Cuando sintáis que un ABRAZO es un TRIUNFO; me iré.
»Cuando .entendáis que una CARICIA es un TESORO; me iré.
»Y cuando un BESO se convierta en un MILAGRO; ya me habréis vencido…».
Hablaba desde su trono invulnerable. El eco de sus palabras calaba demasiado hondo. Me hacía temblar con una resonancia tan intensa, que sentí la necesidad de RESPIRAR en cielos limpios y SUMERGIRME en mares de ensueño. De PASEAR bajo las estrellas y CORRER entre dunas azules. De VIVIR, de SENTIR, de SOÑAR, de REÍR junto a otros que ríen… De ABRAZAR, de BESAR, de QUERER…
Aún desconozco el origen de este rey infeccioso. Si es un patógeno creado por una terrible mano humana o es una enfermedad ideada por un despiadado agente bursátil. Si ha escapado del laboratorio de un científico loco o es un guerrero biológico dispuesto a destruirnos. Quizás sea un mensajero del planeta, un enviado que quiere curar a la naturaleza de otro microbio aún más letal que contamina sus aguas, sus campos y su atmósfera matando sin piedad a toda criatura viviente.
Conjeturas, especulaciones, hipótesis, suposiciones que se pierden en la frontera de la incertidumbre. Algún día encontraremos una vacuna que le destrone y cuando nos curemos por fuera, también nos habremos curado por dentro. El FUTURO se escribe con la «C» de CORAJE y al inyectarnos los anticuerpos de la ESPERANZA, gritaremos que somos FUERTES, que somos CAPACES. Gritaremos y gritaremos hasta desgañitarnos, porque JUNTOS, LO HAREMOS BIEN.
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TítuloConversaciones con C-19. Un texto de Victoria Calvo