Charlando con el escritor canario A. N. Yurkhela, uno se da cuenta enseguida de que el terror puede tener una doble faceta: por un lado, puede resultar incluso terapéutico, funcionando como vía de escape para el lector; por otro, nos recuerda que lo verdaderamente terrorífico no está en la pantalla, ni en las páginas de un libro, sino en la vida real.
¿Es más difícil asustar al lector que hacerle reír?
Es una pregunta muy interesante. Creo que depende de lo que uno esté acostumbrado a hacer.
No soy una persona que desborde carisma, precisamente, por lo que hacer reír a gente que no conozco se me hace demasiado complicado como para plantearme siquiera escribir sobre comedia. Además de que mi humor es mucho más macabro y oscuro de lo que está acostumbrada esta sociedad, y mis chistes pueden no ser para todos los públicos… Aun así, me permito un espacio en mis escritos para plasmar ese humor tan característico mío, como una forma de dotar a mis cuentos de un aire mucho más siniestro a través de chistes que incomoden al lector. Puede que incluso despierte alguna sonrisa maquiavélica en alguno de mis lectores más perturbados…
En cuanto a aterrar, como es a lo que estoy más acostumbrado, se me hace mucho más sencillo. Para mí, es mil veces más fácil aterrar a los desconocidos que hacerles reír. Me encanta sembrar pánico y horror por donde paso, me divierte ver cómo se rompe la comodidad en la gente a través de lo inesperado, lo oscuro (no preguntes por qué, desconozco el motivo). En cierta medida, soy un «cabroncete diabólico» que se entretiene con el pavor ajeno, no lo puedo evitar je, je, je, je.
¿Por qué crees que nos gusta tanto leer relatos que nos hagan pasar miedo?
Creo que, en cierta medida, el ser humano necesita una vía de escape, una forma de evadirse del mundo real y de sí mismo, al tiempo que encuentra un lugar en el que liberar toda esa frustración que lo consume en su día a día.
Y las historias de terror son un lugar perfecto para ello. Tanto en películas como en libros, uno puede perderse, lejos de los problemas que trae la existencia, ajeno al paso del tiempo. Y, si el componente primordial de esos escenarios es el terror, se crea una situación perfecta para que, a través de la adrenalina que genera el ser perseguido por seres abominables, podamos liberar sentimientos asfixiantes como la ira.
A través del miedo, recordamos que somos vulnerables, volvemos a conectar con nuestro yo primitivo, y eso es algo que deberíamos hacer más a menudo.
El ser humano consume terror como un medio de liberación y por mero interés morboso. Todos nos quedamos mirando cuando hay un accidente en la carretera, es inevitable. Pensamos en lo aterrador que es y, al mismo tiempo, agradecemos que no nos haya pasado a nosotros. Recordamos que el mundo es más horrible de lo que pensábamos, y eso nos hace preferir los males menores a los que estamos acostumbrados, animándonos a continuar con nuestras vidas.
Sin embargo, considero que nos hemos habituado a un terror cada vez más ilusorio. Nos hemos insensibilizado a través del abuso de imágenes a cada cual más grotesca en la televisión, el cine… Ya no nos basta con los mismos monstruos de siempre, necesitamos crear abominaciones cada vez más horribles, y nos olvidamos de que, en la vida real, hay situaciones mucho más aterradoras que las que vemos en la pantalla.
Hemos perdido la capacidad de asustarnos. Más aún, la capacidad de saber de qué debemos tener miedo.
Lo verdaderamente aterrador no son los demonios y los espíritus del cine y los libros. Lo que de verdad asusta son todas esas sombras con las que nos topamos en nuestro día a día y no nos damos ni cuenta.
Y eso es algo que intento recordar a través de mi obra.
¿Hay algún personaje en Déjame entrar que te resulte especialmente aterrador?
En esta obra hay muchos monstruos y espíritus aterradores, pero ninguno de ellos será jamás tan horripilante como los humanos que aparecen en las páginas. Aquí, los verdaderos causantes del horror son las propias personas, individuos que, cegados por el odio y la locura, acaban desencadenando momentos realmente asfixiantes, instantes en los que desearías cerrar el libro para no volverlo a abrir nunca más.
Una vez conozcas a estas personas, desearás que vuelvan los monstruos.
¿Por qué elegiste el formato de relatos para escribir Déjame entrar?
No sé, simplemente nació así la idea.
En un breve espacio de tiempo, aparecieron en mi mente demasiadas historias que contar. Todas ellas querían su propio espacio, que les prestara atención. Deseaban ser escuchadas, y yo les di un lugar en el que expresarse. De esta forma, acabó creándose una antología de cinco relatos, a cuál más aterrador, pero todos igual de importantes para mí, ya que son parte de mi persona.
Todas y cada una de las historias surgieron de mi mente, son como mis hijos, y no puedo estar más orgulloso de ellos.
No tuviste una buena experiencia académica en tus años universitarios, y alguna vez has comentado la angustia que te supuso tener que confesar a tu familia que querías abandonar los estudios. ¿Por qué crees que sigue existiendo esta creencia en la sociedad de que no estudiar es una especie de pérdida de valor?
No sé dónde radica realmente el problema de esto, puede que del estatus que te da tener un título universitario enmarcado en algún lugar de tu casa, un papel que poco dice cómo eres realmente, pero que, a ojos de la sociedad, te suma valor como persona.
No creo que eso sea así. Yo creo que el valor de una persona lo condicionan sus hechos, y no su capacidad para memorizar un temario y vomitarlo en un examen para sacar nota y luego olvidar lo aprendido.
Esa fue una enseñanza que me costó aprender. Desde que era pequeño, me han mostrado el camino universitario como el único posible hacia un futuro próspero y estable. Como no me costaba sacar notas altas esforzándome lo mínimo, rápidamente se esperó mucho de mí.
En esta sociedad en la que vivimos, se prioriza el prestigio antes que la felicidad, y eso es un error garrafal, a mi modo de ver. De esta forma, generamos en muchas ocasiones expectativas de nosotros mismos que son inalcanzables, y cuando descubrimos que no las cumplimos nos sumergimos en un mar de ansiedad e incertidumbre. Tal y como me pasó a mí cuando vi que lo que estaba haciendo con mi vida realmente no me llenaba.
Así, tomé la que ha sido la decisión más difícil de mi vida: decirle a mi madre que dejaba la carrera. Para mí era como decirle a la persona que más quiero y la que más esperaba de mí que le había fallado, que no había logrado ser como ella había creído que iba a ser. Pero lo vi como algo necesario. Así, comencé una lucha por demostrar al mundo y a mí mismo que hay mil caminos diferentes hacia el éxito. Y que el éxito más alto al que puede aspirar una persona es la felicidad.
Espero que algún día esté tan orgullosa de mí como yo estoy orgulloso de mi trabajo.
¿Te sientes cómodo con la autopublicación? ¿Dirías que es una opción que recomendarías?
Considero la autopublicación como una buena opción para comenzar en este mundillo de escritores al que siempre he querido pertenecer, pero soy consciente de que es un arma de doble filo.
Para autopublicar necesitas poder costeártelo, y si eres de familia poco adinerada (como es mi caso), necesitarás esforzarte más para poder ver tu sueño convertirse en realidad. Durante mucho tiempo estuve trabajando para ello, y fácilmente la mitad de mi sueldo mensual iba dirigido a la editorial. Pero no me importaba, hacía el sacrificio porque, por una vez en mi vida, sentía que estaba haciendo lo correcto en mi camino hacia la felicidad.
Pero no sólo está el tema del dinero que supone autopublicar. También hay que tener en cuenta que no todas las editoriales de autopublicación son igual de buenas, y es por ello que hay que investigar un poco al respecto, valorar si lo que te ofrecen es lo que quieres y cuestionar la veracidad de sus promesas. Hay que estudiar los contratos a conciencia, buscando siempre la letra pequeña, y no dejarnos cegar por nuestros sentimientos.
Puede que para nosotros sea una meta personal, un sueño que cumplir, pero para las editoriales no deja de ser un producto que explotar, y ahí es donde radica el problema real.
Aunque aún eres muy joven, ¿te ves en el futuro dedicándote íntegramente al oficio de escritor?
La respuesta es un rotundo SÍ. Me encanta escribir, crear relatos escalofriantes con los que aterrar a mis lectores, y ese es un sentimiento que ansío vivir hasta el final de mis días.
Tengo mi mente repleta de ideas a las que dar forma a través de mis manos, y perfectamente tengo contenido para unos cuantos años. Ojalá pueda seguir escribiendo durante mucho tiempo más, ya que ese es mi sueño desde niño y para lo que yo siento que nací: contar historias.
¿Qué próximos objetivos te planteas en estos momentos?
Actualmente, estoy terminando mi segunda obra. Como esta primera intervención en el mundo literario es una antología de cuentos de horror, y como me gusta siempre ir un paso más allá, he decidido atreverme con mi primera novela. Ya voy por más de quinientas páginas (cuando me emociono con una historia me es muy difícil parar, lo siento) y no puedo estar más feliz con lo que estoy creando.
Por Eva Fraile