Explorador africano que llegó a las Américas dos siglos antes que Colón por Reza Emilio Juma
Seguramente algunos han escuchado de Mansa Musa, el hombre más rico que jamás haya vivido, el rey del imperio de Mali, el más grande del continente africano, y el mismo que ganó su fama por alinear su camino a La Meca con oro. Pero poco se habla de su hermano y antecesor, Mansa Abubakr II, que también reinaba el imperio de Malí. Era un viajero ávido que había vagado por todo su vasto imperio, pero siempre anhelaba descubrir qué había más allá del Atlántico. Tanto fue su curiosidad que encargó a ingenieros del lago Chad que construyeran 200 barcos para poder lanzar una flota por el inmenso océano. La preparación para el viaje incluyó carpinteros, forjadores, marinos, mercaderes, alfareros, joyeros, magos, adivinos y soldados de todas las ramas de la milicia mandinga. Cada nave tenía unas reservas de comida para dos años: alimentos secos, granos, frutas preservadas en jarras de cerámica, y oro para hacer negocios. Les dio órdenes estrictas de no regresar hasta que hubieran llegado al otro lado del Atlántico. Al final, solo un capitán con su nave regresó y explicó a Mansu Abubakr II, “Príncipe, hemos navegado durante mucho tiempo, hasta que vimos en medio del océano como si un gran río fluyera violentamente. Mi bote fue el último; otros estaban delante de mí. Tan pronto como alguno de ellos llegó a este lugar, se ahogó en el remolino y nunca salió. Navegué hacia atrás para escapar de esta corriente.
Pero Mansu Abubakr II no le creía y se negó a darse por vencido. Preparó una flota una vez más, pero esta vez él mismo decidió acompañarlos en el viaje. En 1311, casi doscientos años antes de que Colón llegara a las costas del Nuevo Mundo, Mansu Abubakr II zarpó bajando por el río Senegal, con una segunda expedición al frente de 4000 naves equipadas con remos y velas. Las naves se comunicaban con tambores y todas las comunicaciones se coordinan con la nave capitana. Cada nave estaba completamente suministrada con materiales comerciales, cultivos, animales y oro. Sin embargo, ninguno de la tripulación regresó, entre ellos Mansu Abubakr II, y su muerte sigue siendo un misterio.
¿Pero llegó al Nuevo Mundo? Puede que nunca lo sepamos, pero en las Américas había claras señales de influencia de África occidental. Según estudiosos e investigadores africanos como Ivan van Sertima y Gaoussou Diawarait, se propone que exploradores de África occidental llegaron al Caribe o al continente de América Central y del Sur y negociaron con los lugareños en oro. Algunas de las pruebas más contundentes provienen de exploradores españoles como Bartolomé de las Casas y Colón que en su diario asegura que los nativos les habían confirmado que; "Gente de piel negra había llegado del sureste en botes, comerciando con lanzas con punta de oro". Los nativos se referían a las lanzas como "guanin", que casualmente significa oro en mandinkan, el idioma del Imperio de Malí. Estas puntas de lanza han sido analizadas químicamente y han descubierto que el oro se originó en África occidental. Colón y su hijo también reportaron que los nativos tenían pañuelos como los que usaban en África occidental y además ropa similar a la que usaban los andalusíes.
Independientemente de si Mansu Abubakr II llegó o no al Nuevo Mundo, no podemos negar que este valiente gobernante de uno de los imperios más ricos de la historia renunció a la riqueza en la búsqueda del conocimiento y el descubrimiento. Su determinación de alcanzar el Nuevo Mundo podría significar que la relación de África Occidental con América no comenzó con la esclavitud sino con marineros, exploradores y reyes.
Reza Emilio Juma
www.rezaemiliojuma.com
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