Bien sabido es que a lo largo de la historia del arte una de las más fieles obsesiones de creadores de cualquier punto del planeta se ha centrado en la representación o plasmación de la luz, en todo el proceso que supone el investigar la transversalidad de la misma conforme a plano y su utilización como elemento doctrinal en el complejo y más puro espacio transmisor, postulándola como elemento ciertamente fundamental en cualquier tipo de estilo o variante artística.
Está claro que este proceso de investigación es bien patente en la obra de Maite Ciurana, en todo su desarrollo creativo, alcanzando su máximo esplendor en sus esculturas de metacrilato en las que ella misma apuesta por una conjugada fusión de luz y color.
La intensidad tonal marca carácter y línea en toda su obra acompasando el ritmo o fluctuación espacial del plano en cada trabajo, un expresionismo abstracto de campo abierto aunque alejado de la dureza del trazo para así provocar un transfondo más poético, un lirismo aperturista de lo emocional, donde sentimiento y emoción conforman la parte más clara a ser transmitida, el fundamento y pilar de su obra.
El gusto por la representación de lo que de natural tiene el entorno que nos rodea también es muy patente en su trabajo. Una naturaleza viva, inconformista, se abre paso marcando el camino de la expresión y el sentimiento de la artista en el que elementos como agua y cielo, lo floral o un éxtasis de la naturaleza como es un volcán se agrupan para dar sentido y concepto, para presentar la importancia de la misma en la vida interior de la misma autora.
Un movimiento sutil y elegante determina cada pieza más allá de temáticas y tonalidades, un contundente gusto por la estética que determina la composición general y transporta al contemplador a imaginarios mundos en los que la calma sensación de paz no está reñida con la contundente utilización del movimiento acrílico.
No hay duda de que es en este sentido en el que Maite Ciurana nos abre su alma proponiéndonos adentrarnos en ella y vivir el goce de sentidos y emociones que a cada paso, o más bien, a cada golpe de vista nos transportan al bello y necesario instante que supone una consensuada sensación de relajación.
Francisco Arroyo Ceballos
De la Asoc. Internacional de Críticos de Arte AICA