Hasta el año 1870 EC (Era Común) era bastante perdonable mantener que ni Troya, que Homero generalmente llama (w)Ilion[2], había nunca existido, ni se había librado allí la guerra que cantaban los poetas. De la ciudad no quedaba ni rastro, y era inconcebible que Grecia, al final de la Edad de Bronce (siglos 14-12 AEC), cuando se encontraba fragmentada en una multitud de pequeñas poleis[3] independientes, pudiera montar una expedición de unas 1.165 naves y entre 60 y 130 mil hombres para luchar allende el mar durante 10 años. Y todo para recuperar a una mujer que se había fugado con su amante[4]. Estaba muy bien contado, pero tenía que ser pura fantasía.
Pasando de la evidencia externa a la interna, en 1876 el mismo Schliemann empezó a excavar, esta vez con más cuidado, la ciudad de Mukenai (Micenas) en la región central del Peloponeso, revelando un emplazamjento fortificado de evidente preeminencia, una ciudad bella y próspera que dio origen al término ‘cultura micénica’.

La Puerta de los Leones, Mukenai
Sin embargo, en ese histórico año de 1870, el millionario y arqueólogo aficionado alemán Heinrich Schliemann encontró, y medio destruyó, la ciudad, al lado del Helesponto, delante de un llano y entre los ríos Simoeis y Skamandros, tal y como la había descrito Homero. Había pasado por nueve fases sucesivas de construcción, y poseía las murallas y torres masivas de las que habla la epopeya. Además, en la fase VI, que corresponde con la fecha estimada de la guerra, había sufrido dos grandes destrucciones. En primera instancia se creyó que estos eventos podían coincidir con los dos legendarios saqueos de la ciudad, el de Herakles/Hércules y el de Agamemnón y compañía en nuestra guerra; pero, a pesar de los indicios de incendios y algunas puntas de flecha, se cree hoy día que estas catástrofes se deben a terremotos. Con el desciframiento de las tablillas en cuneiforme de los hititas, cuyo imperio entonces englobaba la moderna Turquía y parte de Mesopotamia, se llegó a la conclusión de que la ciudad debía ser la Wilusa (wIlion)/Tarusa(Troie)[5] que se menciona en esos textos. Los habitantes serían de la etnia luvita, aunque Homero les hace hablar en griego perfecto.
En cuanto a los Akhaioi (aqueos, griegos), tienen que ser los Ahhiyawa, citados varias veces en los textos hititas. Constituían una potencia considerable situada al oeste de la costa de Anatolia, o sea en Grecia y las islas, y fueron bastante activos en esa costa, a veces a favor y otras en contra de los hititas. Además establecieron un puerto comercial en Miletos, citado en las tablillas y corroborado por los hallazgos arqueológicos. El emperador de los hititas, cuando escribía al rey de Akhaia, le daba el mismo tratamiento que a sus ‘hermanos’ los grandes reyes de Asiria y Egipto. Por cierto, Akhaia, que fue tan importante en esa época, pasó a ser una región poco relevante de Grecia en tiempos históricos. Los hititas, pues, indican que Akhaia era un jugador respetable en el mundo político de finales de la Edad de Bronce (o Heládico Tardío III).
Esta civilización abarcaba gran parte de Grecia: principalmente el Peloponeso al sur (Micenas, Tirinto, , Nemea, Laconia, Pylos etc), Grecia central (Tebas, Orchomenos, Gla, Salamis etc; posiblemente Corinto y Atenas), y la costa nordeste (Dimini cerca del moderno Volos). Estas ciudades-palacio exhibían las mismas características – murallas ciclópeas, grandes patios, muchas salas y almacenes, y en el centro una o dos salas del trono[6], con un hogar redondo en el centro rodeado de cuatro columnas. Todos utilizahan las mismas tablillas de barro cocido para anotar los mismoc temas religiosos o administrativos en el mismo idioma, griego, y con el mismo sistema de escritura, Lineal B. Tal grado de homogeneidad debe indicar la existencia, si no de un reino unificado, por lo menos de una federación liderada presuntamente por Micenas. Para más prueba, esta gente se conectaba por carreteras pavimentadas con puentes, construían puertos de mar y tumbas monumentales, y realizaban grandes obras de ingeniería civil como el drenaje del Lago Kopais en Boecia o la construcción de una gran presa al norte de Tyrinto. Por todas estas evidencias, es razonable pensar que Akhaia era perfectamente capaz de juntar una fuerza considerable para emprender una campaña mayor en Grecia o el extranjero – considerable pero sin llegar, por supuesto, a las proporciones desmesuradas detalladas por Homero.

Las Murallas de Troya
Y ¿por qué se atacó a Troya? La historia de Elena y Paris es un ejemplo bonito de folklore y un recurso poético hábil que le otorga profundidad emocional al relato de la Iliada, pero apenas un casus belli creible. La explicación, más mundana, debe ser que la ciudad representaba una guinda muy apetecible para cualquier potencia regional. Aparte de sus propias riquezas[7], controlaba el tráfico marítimo con las minas y campos de cereales del Mar Negro, ofrecía un acceso directo a los ricos mercados de toda Asia y podía comerciar con todos los pueblos ribereños del Mediterráneo, desde Fenicia hasta Tartessos en el lejano occidente. Sin embargo, no sabemos – y nunca sabremos, me temo - cuándo se produjo la guerra, ni siquiera si realmente ocurrió. Podemos conjeturar un ataque masivo de Akhaia, un intento por una o dos ciudades aliadas, o un simple acto de piratería. Tampoco sabemos si tuvo éxito[8]. Pero, como dijimos arriba, está muy bien contado.
[1] La representación de nombres griegos en lenguas modernas, incluyendo el castellano, suele ser bastante burda. Sin embargo, por motivos de claridad,la ortografía castellana se usará aquí, más o menos, salvo cuando sea pertinente poner la forma original.
[2] El sonido ‘w’, o digamma, ya no se escribía en tiempos de Homero, pero se seguía pronunciando en algunas palabras.
[3] En este tiempo, embriones de ciudad-estado.
[4] Tanto Heródoto como Aristófanes encontraron esto absurdo.
[5] El sufijo ‘-sa’ indica ‘ciudad’.
[6] Singular megaron, plural megara.Cuando había dos, uno era para el wanax o rey local, y el otro para las visitas de representantes del gobierno central.
[7] Schliemann encontró en Troya una colección de piezas de oro a la que denominó ‘Fl Tesoro de Priamos’ (el rey de Troya en el poema), aunque realmente es de época posterior a la fecha posible de la guerra. Con ella adornó e hizo fotografiar a su mujer. La colección acabó, no se sabe muy bien cómo, en un museo ruso.
[8] La epopeya más famosa de la antigua Yugoeslavia contaba como victoria una sonora derrota. Y ‘La Chanson de Roland’ no se ciñe precisamente a la verdad histórica.