Arco efímero en honor a Isabel II, hoy desaparecido, que se construyó en las inmediaciones de Puerta Nueva en honor a la visita de la Reina.
En las páginas de la Historia de Córdoba, cargadas de nobles efemérides, en septiembre de 2024 se conmemora el 162° aniversario de la visita de Isabel II en el marco de la campaña impulsada por el General Leopoldo O’Donell para renovar en el corazón de los españoles el amor hacia su soberana, que consistió en un tour por diferentes pueblos y ciudades de la geografía española.
En la programación de su recorrido en la provincia de Córdoba, donde entró por Villa del Río el 14 de septiembre (Festividad del Santísimo de los Desamparados patrón de Pedro Abad, localidad que visitó), el 16 de septiembre de 1862, visitó el desierto de Nuestra Señora de Belén, conocido por el pueblo como “las ermitas”, un lugar de oración y recogimiento que hunde las raíces de su historia en los primeros siglos del cristianismo.
Desde la falda a la cumbre de la sierra cordobesa se fueron desplazando los primeros eremitas y anacoretas en el marco del silencio y la soledad, entregando su vida a la fe de Cristo. Estos primeros ermitaños lo hicieron de una manera individual y aislada hasta que Osio, nuestro obispo por excelencia, recomienda en el Concilio de Nicea del siglo IV que se fueran agrupando en comunidades más o menos organizadas. Osio, que marchó a Egipto, conoció a San Antonio Abad y a los primeros ermitaños que comenzaban a poblar el desierto.
Grabado de las ermitas realizado por Bartolomé Vázquez en 1795
Es ahí donde encontramos el origen primitivo de unas ermitas que aquel mes de septiembre de 1862 rompían su silencio y la monotonía de sus plegarias para recibir a la primera mujer en la historia que acudía al desierto de Belén, S.M. Isabel II (la de los tristes destinos que algunos cantaron). La Soberana, acompañada del Príncipe de Asturias, futuro Alfonso XII, y de la Infanta Isabel, cariñosamente apodada por el pueblo como “la chata”, llegaron a primera hora de la mañana a través de aquellos sinuosos caminos de la sierra, arreglados por el Ayuntamiento y Diputación provincial para la ocasión, hasta la puerta del eremitorio donde esperaba a la comitiva el Obispo de la Diócesis de Córdoba D. Juan Alfonso Alburquerque Berión junto a los ermitaños.
Francisco de Asís Borbón, rey consorte, no pudo subir debido a una indisposición física, motivo por el cual guardó reposo en el Palacio Episcopal, que fue su residencia durante los días en que la Familia Real estuvo en nuestra ciudad.
En la capilla se entonó un himno litúrgico de acción de gracias conocido como Tedeum. Isabel II recorrió las ermitas y contempló Córdoba desde la explanada que hoy se conoce como el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que por aquel entonces no estaba construido, ya que se erigió en 1929 obra del escultor sevillano Lorenzo Coullat Valera. Una vez acabada la visita descendieron hacia la Huerta de San Antonio, propiedad del marqués de Benamejí, donde se les ofreció un almuerzo. Durante el trayecto, la Soberana recibió espontáneas muestras de cariño del pueblo que se congregaba por aquellos parajes de la sierra para saludarla.
El 18 de septiembre los acordes de la Marcha Real despedían a la Reina y su familia, que partían por ferrocarril hacia Sevilla para continuar su tour por el sur de España.
Adosada al pórtico principal de la capilla se colocó una placa conmemorativa de la visita real al eremitorio que aún se conserva.
“El 16 de septiembre de 1862 Nuestra Augusta Soberana Dª Isabel II
acompañada de sus augustos hijos D. Alfonso de Borbón, Príncipe de Asturias,
y S.A.R. Dª Isabel de Borbón, se dignó visitar este santo eremitorio
de Ntra. Sra. de Belén y la congregación de ermitaños consagra
este humilde monumento como recuerdo de gratitud a su bondadosa Reina”.
El Ayuntamiento de la ciudad, en nombre de los más notables poetas cordobeses como Amador Jover, el Marqués de Cabriñana, Teodomiro Ramírez de Arellano, Luís Maraver, Francisco de Borja Pavón o el Barón de Fuente Quintos, publicó una Corona Poética en conmemoración de la visita a Córdoba. En el Fondo Histórico-Cultural del Conde de Casa-Padilla contamos con un ejemplan original de 1862 de esta antología poética, el cual forma parte del inventario de la exposición que estamos planteando, para el que se sacará una edición facsímil.
El 4 de abril de 1877, 15 años después, el ya proclamado Rey Alfonso XII, repitió junto a su hermana la visita al eremitorio. Él subió a la sierra sobre un caballo regalado por el conde de Luque, mientras el resto del séquito lo hizo en coches de caballos. Fue recibido en la entrada por el obispo y accedió a la capilla bajo palio portado por cuatro ermitaños. El acto religioso consistió en el canto de la Salve del sacerdote y compositor Miguel Hilarión Eslava, y al marcharse fue obsequiado con un rosario artesanal hecho por los ermitaños.
El 12 de mayo de 1904 hacía la visita al santo lugar de oración Alfonso XIII, quien fue recibido por el padre Cayetano Heras, hijo de un gentilhombre de S.M., quien le entregó una fotografía de una escultura suya premiada en la Exposición de París. También le dieron los ermitaños cuatro rosarios de plata sobredorada.
En una carpa instalada en la explanada se celebró un espléndido almuerzo al monarca y a las autoridades y personalidades que le acompañaron, cuya crónica recogió el diario liberal-conservador El defensor de Córdoba, de cuyas páginas he conseguido el siguiente extracto del menú:
Desde la conquista de Fernando III el Santo en 1236 hasta el actual reinado de Felipe VI, veintiún monarcas han visitado Córdoba, una ciudad estratégica que siempre ha recibido con las mayores solemnidades a los monarcas, en un gesto de respeto y acercamiento del pueblo hacia la Institución Monárquica y hacia la Corona, como así debe seguir siendo.
Miguel Ángel Castellano Cañete
Delegado en Córdoba de la Hermandad Nacional Monárquica de España
Responsable del Fondo Histórico-Cultural “V Conde de Casa-Padilla”