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REVISTA CULTURAL BLANCO SOBRE NEGRO


 

Desde Argentina, Pablo Andrés Rial entrevista a Andrea Marone

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"Cualquiera puede escribir, pero llegar a un resultado sobresaliente requiere una suerte de vida dedicada a ello”.

La poeta, editora y correctora argentina, Andrea Marone (Mendoza,1994) que actualmente reside en Buenos Aires y estudia Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes, nos cuenta acerca de su vida literaria, el fuerte vínculo que tiene con la poesía, y además nos habla de su poemario Arterias (2022, Ediciones Culturales) que se llevó el primer premio Certamen Literario Vendimia 2021.
Desde hace ya muchos años que encontró en las letras, su lugar. Estudió Licenciatura en Letras Modernas en la UNCuyo. Tiempo después arribó a Buenos Aires, para continuar profundizando y descubriendo nuevos saberes en las artes de la escritura.
Además de Arterías, publicó Vampirización del ego (Mar Adentro, 2017) y el fanzin "La conspiración de los damascos" (2019) que se publicó en México por la Editorial Ojo de Golondrina. También ha sido editora del dossier El Jardín de Ophelia de Revista Ophelia y forma parte de diversas revistas y antologías, entre ellas, “Flotar” (Camalote, 2021), “Palometa” (zine bilingüe, 2021), “Vote Poesía” (Grito Manso,2020).

Recuerda que el primer libro de poemas que le llegó a sus manos fue el de una compilación de canciones ilustradas de María Elena Walsh, que había adquirido en Miramar durante unas vacaciones con su familia. “Supongo que me interesa más eso, saber de dónde viene mi interés por el ritmo, la musicalidad de las palabras. Recuerdo, también, compilar letras de las canciones que aparecían en el “Tintero” (el suplemento para niños y adolescentes del diario mendocino “Los Andes”) en carpetas, para reunirlas y releerlas: desde Babasónicos hasta Green Day, lo que se escuchaba en ese momento, los primeros dosmil. Hay un fuerte vínculo entre la poesía y la memoria ¿no? uno recuerda un ritmo, uno recuerda un poema. Uno escribe para recordar”.

La exploración forma parte innata del ser, la permanente búsqueda es movimiento, uno que nos convoca al verdadero despertar, Andrea y su escritura se complementan en una rapsodia, que se traduce como brote y conjunción corpórea, con voz, sonido, y tonos transformados en lanzas que delicadas, arremeten filosas y sutilmente al oído: “La primera vez que escribí para recitar en voz alta fue asociado a un ciclo literario que lleva muchos años en Mendoza, se llama el Ciclo Pan. Recité un poema que ganó un certamen literario muy pequeño en mi colegio secundario. Después, Juan Montaño que es quien organiza ese ciclo me invitó varias veces y yo empecé a escribir asiduamente para esos encuentros. Antes, tenía un blog… en dónde subía todas las semanas algún escrito, que quería ser poema, pero quizás no podría considerarse estrictamente un poema”.

Tal como nos menciona, su poesía trae una marcada tendencia a la oralidad, le encuentra agrado alambicar las palabras y que el lenguaje se apodere un poco de la situación poética: “Con el tiempo, me he corrido un poco de la situación de enunciación, se me ha perdido el yo… y estoy en un proceso de volverlo a buscar, recuperarlo. No porque la poesía necesariamente tenga que ser confesional o íntima, sino porque creo que hay algo interesante en poder contar lo cotidiano, una vez que ya recorriste otros caminos en relación con la forma y el estilo”.

Ella no tiene la certeza de lo que la diferencia de otros autores, pero de lo que sí está segura, es que ser mendocina y venirse a vivir a Buenos Aíres, comenzar a escribir para espacios de poesía oral y estudiar letras, tal vez, la hayan llevado a lugares que están por fuera de las tendencias contemporáneas que había leído. En relación con esto, nos acota: "Como dice Diana Bellessi, - hondo en nosotros mismos encontramos a los otros - estoy segura de que con otros poetas de mi generación nos hermana un espíritu de época. Prefiero pensar los espacios de convergencia y no aquellos en dónde quizás, ocurre un desencuentro".

Con el transcurso de los años, uno, aunque conserva su esencia, sufre transformaciones, producto de los nuevos saberes y vivencias. El espíritu cambia y con él, las pieles emocionales de su expresión, su arte, su decir. Si miramos hacia atrás, ¿nos idenificamos en aquello que habíamos escrito? Respecto a este tema, agrega: “La verdad, me gustan mis primeros poemas. Siento que los gérmenes y las inquietudes que atraviesan a un escritor ya se pueden rastrear en las primeras obras. Como una suerte de genealogía o piedra angular de intereses y obsesiones. Claro que los miro con cariño e intento que la vara de la autoexigencia no me coarte la posibilidad de conmoverme. Ahora bien, el otro día estaba leyendo el primer libro de poemas de Olga Orozco -Desde lejos- y claro, me da un poco de vergüenza, jaja. Soy detallista al momento de escribir, tengo cientos de versiones de los poemas. Me pierdo entre las versiones, a veces creo que la última no es la mejor de ellas, sino que quedan diferentes. Pero celebro este proceso de sentarse en un cafecito de Buenos Aires a tocar poemas, moldearlos, corta pegarlos, desordenarlos; me mantiene entretenida, al fin y al cabo, creo que de eso se trata”.

El momento de creatividad e inspiración o desesperación e inquietud, resulta súbito para muchas personas, en consecuencia, la autora de “Arterias” para escribir, reconoce ser un poco caótica, quizás un día está en pijama y antes de ir al baño se pone a escribir algún arrebato que se le ocurre, puede necesitar horas para corregir un texto, y hace el Intento de flexibilizar su vida al punto de estar bien dispuesta a una computadora en el momento en que aparece el germen creativo. “A veces lo consigo, a veces tengo que ponerme a laburar”.

Por un lado, si nos referimos al trabajo de escribir, y su calidad, ella lo considera difícil. “Cualquiera puede escribir, sí… pero llegar a un resultado sobresaliente o extraordinario requiere una suerte de vida dedicada a ello. Hay muchos tipos de escritores. Por ejemplo, yo soy fanática de Flaubert, en sus correspondencias te das cuenta de que el tipo estaba pensando constantemente en su obra, todos los días, de manera obsesiva. Mismo, no sé, por poner un ejemplo más cercano, Pizarnik. En sus diarios está enfrascada en convertir al lenguaje prácticamente en el único motor cotidiano.
Quizás para ser un clásico, no sólo hay que ser un genio kantiano, sino estar dispuesto a dedicarle toda la vida a la escritura. Por fuera de esos niveles de exigencia infernales y estándares imposibles, existen muy buenos escritores contemporáneos… pero es un oficio difícil, ¿no? requiere un balance peligroso entre talento, contactos, muchos factores; mucho tiempo dedicado a una actividad que por años no va a gratificante prácticamente nada si pensamos, por ejemplo, en García Márquez casi extraviando el manuscrito bajo la lluvia de Cien años de soledad. ¿Cuántos discos duros quemados se llevaron obras contemporáneas?

Por otro lado, piensa que ser un buen escritor es una tarea prácticamente imposible. "Me acordé de esa frase de Truman Capote que dice “Cuando Dios te da un don, también te da un látigo”. Los grandes escritores han padecido bastante su condición, ni que hablar de las grandes escritoras como Sylvia Plath, Virginia Woolf o las hermanas Bronté; de pronto, todo se tiñe de una atmósfera más cercana al de las vírgenes suicidas que a cierta posibilidad de heroísmo.
Sí puedo decir algo que me da un poco de gracia, que es que a los contemporáneos nos falta un poco de sentido crítico. Capaz eso creo que debe tener un buen escritor, un buen ojo para la crítica, de sí mismo y de los demás. Sino, corregir es imposible”.

Actualmente, la poeta se encuentra realizando clínica de obra con Andi Nachón, para la materia proyectual de obra de la Universidad Nacional de las Artes, al que considera que tiene un ojo para la corrección y el detenimiento generoso a la obra ajena. Su profesor de lengua de la secundaria, el escritor mendocino Gastón Ortiz Bandes también ha sido una influencia importante para ella, en el sentido de que vertebró sus lecturas juveniles y cierto carácter anti solemne del que ha aprendido mucho. En relación con sus lecturas, la poeta últimamente se ha sumergido en una búsqueda entre el psicoanálisis y la escritura. “Dentro de esta búsqueda me encontré con Claudia Mastín y Alexandra Kohan, que de maneras diferentes se vinculan con el acto de la escritura. Aunque Alexandra no lo hace directamente desde la poesía. También estuve leyendo Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes y Anne Doufermantelle que si bien no son contemporáneos, están en la línea de los autores de época, sumamente vigentes, para pensar la poesía y lo vincular, también. Me gusta mucho la escritura del cordobés Silvio Mattoni, disfruto el humor de Santiago Venturini, encuentro una atemporalidad discursiva esencial en Sabrina Usach, me gusta mucho “Tango Rock” de Patricia Rodón, quien abre con la gillette del primer punk grietas en el lenguaje. Me conmueve la escritura de Susana Villalba. Admiro a escritorxs conteporánexs mendocinxs como Sandra Flores Ruminot, Melissa Carrasco, Vera Jereb, Manu Elías Interlandi, Yamil Al Nayar. Mario Montalbetti, bueno, palabras mayores. Me gusta la lingüística… un poeta lingüista me parece una gloria”.

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“Las redes han hecho de nosotros productos de consumo cultural que nadie consume”.

Así como imaginaba Jorge Luis Borges, en uno de sus cuentos, a la biblioteca como el universo que forma parte de un número indefinido, quizás perenne, de galerías hexagonales, Andrea nos cuenta de su paraíso encantado: “Tengo una frondosa biblioteca de escrituras contemporáneas, algunas me interpelan más, otras menos, otras son tan cercanas a mi universo cotidiano que prefiero no nombrar porque se me acusaría de amiguismo. Pero pienso que la palabra circula, que los lectores nos reunimos, compartimos, hacemos puente de este motorcito, de esta pequeña llama, “mi reluz es una fogatita” como dice mi amiga y poeta a quien admiro mucho, Karina Ardizzone. Y reflexionando sobre la poesía actual, agrega: Le falta un poco de humildad. Pero bueno, creo que se aplica a todos los campos del arte, las redes han hecho de nosotros productos de consumo cultural que nadie consume. Me acuerdo de haber leído ese concepto en algún librito de caja negra, Volverse público, de Boris Groyce. Los artistas sobramos, falta, quizás, quien nos lea, quien consuma nuestras obras. De cualquier manera, el libre acceso a los discursos y la facilidad con que alguien puede democráticamente dedicarse a alguna esfera del conocimiento me parece un valor. Siempre y cuando, nada… se haga con responsabilidad con la causa, con el hecho estético. A veces uso el concepto de “impermeables al lenguaje”. Creo que algunos poetas contemporáneos son impermeables al hecho estético.

Ya casi cerrando la entrevista, no queríamos dejar de hablar del sublime poemario “Arterias” al que le dedicó un asiduo trabajo de unos tres años y de sus proyectos acutales. “Siempre guardo muchas versiones de poemas, mi computadora es un laberinto, un caos. Guardo cinco, diez versiones de los mismos archivos que van mutando a través del tiempo, y más aún si no los publico.
El libro tiene dos partes: “Hasta la caída de la voz” y “La conspiración de los damascos”. Cada una de esas partes la escribí en un momento diferente para talleres de poesía en la Universidad Nacional de las Artes. Me acompañaron en el proceso Silvia Jurovietzky y Liliana García Carril. Algunos poemas surgieron de consignas de escritura, otros fueron una continuidad de mis devaneos durante la pandemia. La segunda parte, que es mi preferida, “La conspiración de los damascos” la publicó en México la editorial Ojo de Golondrina. Es una editorial que dirige la poeta Aketzaly Moreno, a quien admiro un montón”.

Cuando en un encuentro de escritores y poetas conocí a Andrea, y escuché leer uno de sus poemas, quedé admirado por el caudal de imágenes que emanaban dentro de mi cabeza aquellos versos, inmediatamente le pedí leer su libro “Arterias”, una obra que se destaca por la contemplación de todo lo que la rodea, algo realmente que merece una reivindicación en los tiempos que corren.
“Arterias es un poemario de búsqueda, de observación, de hallazgo de una voz. La conspiración de los damascos es una secuencia que tiene que ver con un yo lírico que prueba un dulce de damasco y tiene una suerte de viaje lisérgico a partir de ahí. Eso es lo que yo veo en el libro, los lectores supongo que tendrán sus propias percepciones. Hasta la caída de la voz reúne una serie de poemas en los que el caos convive con lo cotidiano. Un poco más urbanos, por momentos, un poco de transición hacia la ciudad. Mi poema preferido de esta sección es una descripción de “La alameda” en Mendoza, en donde hay una madre punk con su hijo albino”.

Finalizando la nota, les contamos a los lectores y lectoras que Andrea, actualmente se encuentra escribiendo un poema-novela, poema largo, la que considera como una historia poética en verso; se llama Pliegues. “Es mi tesis de licenciatura en artes de la escritura. La carrera que estudio actualmente. También, en el tintero un poemario que se llama… “Las cicatrices emulsionan mi piel” y una novelita cuyo nombre es “La imagen es la cornisa”. Por otro lado, voy a participar del congreso desmadres con una ponencia sobre Mario Montalbetti, un poeta y lingüista peruano que me encanta. También, me gusta hacer collages, en ese sentido, tengo un proyecto de fanzines de poetas que me gustan. La idea es divulgarlos en un lindo formato”.

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Les compartimos un poema del libro “Arterias”

LAS VIOLETAS DE LOS ALPES
florecen con el frío.
tienen el gesto descarado de la belleza
a contramarcha del tiempo.

Cuando todo ha decidido
convertirse en polvo.

Pienso en esos pétalos espesos
como pliegues rojos
imitando con el viento
el aletear aterciopelado
de las alas de las mariposas.

Para contactarse, conseguir sus libros y saber más sobre los trabajos de la autora pueden encontrarla en IG: @andreamarone_