REVISTA CULTURAL BLANCO SOBRE NEGRO


 

Literatura

PUBLICIDAD
Featured

Poemas de Juventud de Carmen Torronteras (IX)

LXXXVI

¡Es tanta la grandeza

de la amada Poesía!

Alada mensajera

del demiurgo alcanzable.

¡Tanta es su belleza,

 su pálpito diario

en un mundo

 sin tiempo ni medida!

Es tanta su grandeza

que si se extinguen

 vida y amor y se habita

del triste recuerdo enmascarado,

la Poesía,

me otorga el sentir, el vivir,

y siento incontenible

al sentirte a ti……, Poesía.  

        

LXXXVII

Cae el tiempo y

tras el sosiego 

se desliza el velo

que cubre lo tétrico

 y perdido.

Cae el tiempo

y he cambiado.

Igual, mi corazón

 ha cambiado.

He perdido tu imagen

y tu esbelta figura

incrustada en mi alma.

Mis aletargados sentidos

despiertan, 

amaneciendo a una nueva vida.

Cae el tiempo

y con él, tú mismo.

¿Podrás levantarte algún día?

Si pudiera encontrar

las marcas del pasado,

entonces, volvería

tu silueta a mi vida,

sobrada de distancia

y mancillado de olvido.

 

LXXXVIII

En mi incierto cerebro

tengo yerta una idea.

Pienso y medito

pero pienso en la Nada.

Una extraña metafísica,

bifurcación de espíritu

y de cero. Lloro,

pensando así toda una vida

y pienso y sólo llego a la Nada.

 

LXXXIX

Si alguna vez la rosa cae hacia tu mano,

precipítala en tu pecho y siente su fragancia.

Si alguna vez el Sol deslumbra el horizonte

contémplalo a la sombra de la vida.

Si cae sudor alguna vez en tu mejilla

y en tu cuerpo germina otra sonrisa,

abrázala y suspira.

Si alguna vez no tienes mi presencia

y sientes el nudo correoso del olvido,

¡abrázame!, porque estoy contigo.

XC

Esa tarde estaba en penumbra,

abrazada en el regazo de mis padres,

con la mirada al cielo.

¡Si supiera volar!

Si supiera volar iría al infinito

llevada por las alas de los pájaros.

Esta tarde estoy en la penumbra

y pienso en ti, y en si te pierdo.

De mi mano borro el anillo de amor,

y pienso en si te pierdo y lloro acongojada,

trémula y en silencio.

Y si un día te pierdo, perdería el amor

más sublime de todos, el más idealizado y

al ir pasando el tiempo

pesaría con más fuerza el castigo.

Cuando el tiempo me alcance

y tenga mi tez surcada por los años

vivirás aún más en mi memoria

sin ya tener sentido mi existencia.     

 

XCI

A ti, desconocido para mí,

y de quien sólo sé el nombre.

A ti, hombre de mundo, bueno,

que intrigas con tus ojos mi mirada.

Eres la salvación, la puerta abierta,

a la que huye mi alma 

aletargada y muerta.

 

XCII

Aguas dulces que se unen

y van a dar a la mar.

Multitudes de sonetos

que se escuchan sin cesar.

Mundo sutil, correoso,

frágil y de metal, y yo,

dentro de una urna

donde observo sin hablar

porque la vida es un juego

del que no aprendí a jugar.

 

XCIII

Aquí, entre cuatro paredes,

un alma yacente está,

las rejas no son visibles

pero, ¡maldito final!.

Un alma que ya ha negado

al amor su caridad.

Un alma que asiente

en tregua,

pues se acerca su final.

Un alma que vuela alto

buscando sin encontrar

el complemento perfecto,

lo errático de la paz

porque así, y de esa forma,

es lo inocuo de mi mal.

 

XCIV

Mi musa,

que conmueve el corazón

y abre el sentido.

Que impulsa mi deseo

hacia sus brazos y

en un momento quedo desvalido.

Mi musa,  

que mi sueño

me ha aturdido

con cálidas visiones pasionales.

Mi musa,

que impulsaba mis latidos

y que mi mente

dejaba entre chacales.

Mi musa,

mi deseo,

pasión ardiente,

sueño que perdí

sólo en un día,

el vaho que DIOS

puso en mi mente

con aureola ardiente

entre dos mares.

 

XCV

Un sueño de ojos grandes

y corazón menguante.

Mujeres, no tenéis

porque enjugar el llanto

si el viento arrastra y lleva

el lodo del engaño

dejando lo que ocultan

la pupila y los años.

Un sueño de ojos grandes

Y corazón menguante.

Mujeres, no llorad,

sufrid el desengaño.

Si muero que se rían

los bobos y los mancos

y decid en mi tumba

como requiebro humano:

“Aquí yace el tormento,

aquí yace lo humano,

convidado de piedra

del amor sin notarlo.

Su vida se apagó

al paso del engaño”.

 

XCVI

(dedicado a mi Madre)

Reencarnación de almas,

nueva vida,

empezar un camino penitente

de seres que antes 

fueron diferente 

y ahora ya son cuerpos transformados.

¡Respeta la excepción!.

Respeta el tiempo

que para nosotros

se para en el recuerdo

y en el reloj que marca 

ese momento!

¡Respeta a la mujer

a la que amo sobre 

todo visible e ignorado

pues no será 

barrera ni mi muerte

cuando se dirija mi alma

hacia el estrado!

Siempre recordaré

y tendré presente

la frase que en mi

mente se ha forjado:

“En cualquier tiempo,

hora o mundo extraño

te seguiré queriendo

sobre todo, porque tú eres

mi sangre, eres mi brisa

porque eres mi tercero

y gran tesoro”. 

 

XCVII

Cansada de la vida,

del estrecho camino recorrido

donde ovejas pastar no se veían,

volví cabizbaja la cabeza 

exhortando lo que antaño había perdido.

Yo he sido un caminante silencioso,

sin camino, ni rumbo ni destino,

el náufrago del barco que no existe

donde el timón ejecutó el camino.

Seguí siendo tripulante, juez y guía

del estertor de un barco

que prolongó su vida,

tranquilo caminante que contempla

la plácida bahía.

Yo fui el que perdió de sus bolsillos

el mapa de la tierra que se ansía

y encontré mis ojos fulgurantes

entre tesoros libres de la vida.

Trono que ambiciona el poderoso

y el inútil lo anhela entre buhardillas,

Tesoro que no llenan mis bolsillos

y que a mi alma hacen compañía.

Tesoros que poseo humildemente

y que a mi vida llenan de alegría.