El músico zaragozano ofreció anoche en el Patio de la Diputación un concierto vibrante, en el que repasó su legado y presentó nuevas composiciones arropado por una banda de primer nivel. Con ritmos que viajaron del jazz al son caribeño y con la complicidad del público, Auserón reafirmó la vigencia de su cancionero como un territorio de mestizaje y poesía.
El Patio de la Diputación de Sevilla se transformó anoche, viernes 19 de septiembre, en un escenario vibrante de música, poesía y mestizaje sonoro con la actuación de Santiago Auserón y La Academia Nocturna, dentro de la II Edición del Festival del Patio. Puntuales, a las 21:00, las luces se encendieron y una pantalla gigante abrió la atmósfera del concierto con una advertencia muy clara: “Disfrutad del concierto, no grabar”. El mensaje marcaba la pauta de lo que vendría: un encuentro íntimo, vivo, destinado a la memoria y no a las pantallas.
El exlíder de Radio Futura, convertido en Juan Perro en su prolífica trayectoria posterior, volvió a Sevilla con su nuevo proyecto, La Academia Nocturna, una banda de músicos excelsos capaces de transitar con naturalidad por el rhythm & blues, el jazz, el soul, el rock y los sones caribeños, sin perder nunca el vínculo con la tradición lírica española.
“Me gusta mirar Sevilla desde Triana”, declaró Auserón en un momento de la velada, subrayando el vínculo especial que lo une a la ciudad. El público respondió con complicidad y calidez a unas palabras que fueron la antesala de un recorrido musical amplio y generoso.
El concierto arrancó con “Portal de la academia” y “Quemando caña”, piezas que asentaron la sonoridad poderosa de la banda. Después, clásicos como “La última rosa”, “El forastero” o “Collar de cuentas” fueron desplegando esa paleta transfronteriza que caracteriza a La Academia Nocturna: arreglos cuidados, atmósferas envolventes y un equilibrio perfecto entre virtuosismo e intensidad emocional.
No faltaron joyas como “Los inadaptados”, “Magnolia”, “Aire” o “Perla oscura”, interpretadas con la fuerza y la serenidad que solo los años de oficio pueden otorgar. La banda —auténticos caballeros académicos, como los definió el propio Auserón— supo sostener cada tema con solvencia y pasión, entre destellos de improvisación y precisión milimétrica.
Uno de los momentos más celebrados llegó con “Semilla negra”, interpretada junto a Annie B Sweet, que subió al escenario para compartir voz y emoción con Auserón. El público, entregado desde el principio, acompañó con palmas y coreó los versos de uno de los himnos más emblemáticos de su repertorio.
La noche avanzó entre la energía de “El canto del gallo” y la melancolía luminosa de “El sueño”, con un cierre que dejó en el aire la sensación de haber asistido a un concierto irrepetible. La fusión de estilos, la calidad interpretativa y la cercanía del artista con el público convirtieron el Patio de la Diputación en un espacio de comunión musical.
Más que un repaso de carrera, lo de Auserón fue una celebración del mestizaje, la memoria y la vigencia de la canción como arte mayor. Sevilla respondió con ovaciones y agradecimientos a una velada que quedará inscrita en la crónica de este festival.